Los escitas, el pueblo nómada que Heródoto describió con una mezcla de admiración y terror, han tomado Berlín con la mayor y más completa exposición realizada hasta ahora sobre los guerreros a caballo que, partiendo desde la lejana Siberia, llegaron a conquistar el Este de Europa hace 2.500 años.
"Bajo el signo del grifo de oro-Tumbas reales de los escitas" es el título de la exposición que acogerá desde el viernes próximo el Museo Martin-Gropius-Bau con más de 6.000 objetos procedentes de enterramientos de ese pueblo nómada que dominó las estepas euroasiáticas entre el octavo y tercer siglo antes de nuestra era.
El carácter singular y extraordinario de la muestra es subrayado por el hecho de que cuenta con el patrocinio especial de los presidentes de Alemania, Kazajistán, Mongolia, Rusia y Ucrania y reúne piezas sobresaliente procedentes de diecisiete museos de seis países.
La exposición tiene su origen en el descubrimiento hace cuatro años por arqueólogos rusos y alemanes de una tumba real escita en el llamado valle de los Reyes de Arsan, junto a la frontera ruso-mongola, una región sembrada de túmulos que el pueblo nómada levantaba para enterrar a sus soberanos.
Construida en el siglo VII o VI antes de nuestra era, la tumba número 5 de Arsan guardaba cerca de 6.000 objetos de oro y su descubrimiento ha sido comparado por su enorme riqueza con la del faraón Tutankamón.
En el interior de la cámara, de 5 por 4,5 metros, se encontraron los restos de un hombre de unos 40 a 50 años que falleció como consecuencia de un cáncer de próstata, y los de una adolescente de 10 a 15 años que fue seguramente obligada a acompañarle en su viaje al mas allá.
Hermann Parzinger, el profesor alemán de arqueología que dirigió aquella excavación, considera, sin embargo, que, pese a las grandes cantidades de objetos de oro que guardan las tumbas de los escitas, más valiosos aún para los historiadores son otros objetos de uso diario que han aparecido y los ritos que se pueden deducir de los hallazgos de restos humanos y animales.
Durante la presentación de la muestra, Parzinger explicó hoy que las tumbas escitas halladas en Siberia, Kazajistán, Ucrania e incluso en Rumanía y Hungría han confirmado en parte las descripciones de sus rituales funerarios hechas hace 2.500 años por el historiador griego Heródoto.
Éste explicó que los cadáveres de los reyes o príncipes eran embalsamados y luego paseados en un carruaje fuertemente escoltado y en procesión durante cuarenta días por las que fueron sus tierras, para despedirse de sus súbditos.
El enterramiento se hacía en una cámara de madera o piedra en el interior de un túmulo con sus objetos personales y riquezas, pero también acompañado por sus esposas, criados, cocinero, mozos de cuadras, escoltas y caballos, que eran ejecutados para seguirle en su otra vida.
Heródoto explicaba que un año después de la muerte del monarca los escitas elevaban aún más el túmulo, a cuyos pies colocaban cincuenta guerreros estrangulados junto a otros tantos caballos ejecutados para escoltar a su rey muerto.
La exposición de Berlín ofrece una amplia visión de los enterramientos escitas, pueblo de facciones occidentales y con frecuencia de cabellos rubios, en un viaje desde Siberia hasta Centroeuropa durante el que se van recorriendo las regiones en las que han ido descubriéndose sus restos funerarios.
Las tumbas encontradas en la cordillera de los montes Altai, en Kazajistán, tienen de particular las bajísimas temperaturas y el permafrost (suelo perpetuamente helado) que han permitido conservar en un estado excelente materiales orgánicos que de otra manera se habrían descompuesto con el paso del tiempo.
Así, pueden apreciarse en Berlín ropas y tejidos con veinticinco siglos de antigüedad que, en algunos casos, parecen recién tejidos, y bellísimos objetos de madera tallada, como arneses para caballos, mesas desmontables con leones esculpidos u objetos de uso cotidiano, como cucharas o platos.
Parzinger subrayó que son este tipo de objetos los que más valor tienen para los historiadores, ya que son los que mejor permiten acercarse a las costumbres y ritos de un pueblo que no conocía la escritura ni llegó a construir ciudades.
Sin embargo, reconoció que lo que más llamará la atención de los visitantes será la momia llena de bellos tatuajes de un príncipe escita rubio que se expone en una de las salas y el sinfín de objetos de oro realizados con una asombrosa profusión de detalles y que demuestran la habilidad de los orfebres nómadas.
FUENTE: EFE
"Bajo el signo del grifo de oro-Tumbas reales de los escitas" es el título de la exposición que acogerá desde el viernes próximo el Museo Martin-Gropius-Bau con más de 6.000 objetos procedentes de enterramientos de ese pueblo nómada que dominó las estepas euroasiáticas entre el octavo y tercer siglo antes de nuestra era.
El carácter singular y extraordinario de la muestra es subrayado por el hecho de que cuenta con el patrocinio especial de los presidentes de Alemania, Kazajistán, Mongolia, Rusia y Ucrania y reúne piezas sobresaliente procedentes de diecisiete museos de seis países.
La exposición tiene su origen en el descubrimiento hace cuatro años por arqueólogos rusos y alemanes de una tumba real escita en el llamado valle de los Reyes de Arsan, junto a la frontera ruso-mongola, una región sembrada de túmulos que el pueblo nómada levantaba para enterrar a sus soberanos.
Construida en el siglo VII o VI antes de nuestra era, la tumba número 5 de Arsan guardaba cerca de 6.000 objetos de oro y su descubrimiento ha sido comparado por su enorme riqueza con la del faraón Tutankamón.
En el interior de la cámara, de 5 por 4,5 metros, se encontraron los restos de un hombre de unos 40 a 50 años que falleció como consecuencia de un cáncer de próstata, y los de una adolescente de 10 a 15 años que fue seguramente obligada a acompañarle en su viaje al mas allá.
Hermann Parzinger, el profesor alemán de arqueología que dirigió aquella excavación, considera, sin embargo, que, pese a las grandes cantidades de objetos de oro que guardan las tumbas de los escitas, más valiosos aún para los historiadores son otros objetos de uso diario que han aparecido y los ritos que se pueden deducir de los hallazgos de restos humanos y animales.
Durante la presentación de la muestra, Parzinger explicó hoy que las tumbas escitas halladas en Siberia, Kazajistán, Ucrania e incluso en Rumanía y Hungría han confirmado en parte las descripciones de sus rituales funerarios hechas hace 2.500 años por el historiador griego Heródoto.
Éste explicó que los cadáveres de los reyes o príncipes eran embalsamados y luego paseados en un carruaje fuertemente escoltado y en procesión durante cuarenta días por las que fueron sus tierras, para despedirse de sus súbditos.
El enterramiento se hacía en una cámara de madera o piedra en el interior de un túmulo con sus objetos personales y riquezas, pero también acompañado por sus esposas, criados, cocinero, mozos de cuadras, escoltas y caballos, que eran ejecutados para seguirle en su otra vida.
Heródoto explicaba que un año después de la muerte del monarca los escitas elevaban aún más el túmulo, a cuyos pies colocaban cincuenta guerreros estrangulados junto a otros tantos caballos ejecutados para escoltar a su rey muerto.
La exposición de Berlín ofrece una amplia visión de los enterramientos escitas, pueblo de facciones occidentales y con frecuencia de cabellos rubios, en un viaje desde Siberia hasta Centroeuropa durante el que se van recorriendo las regiones en las que han ido descubriéndose sus restos funerarios.
Las tumbas encontradas en la cordillera de los montes Altai, en Kazajistán, tienen de particular las bajísimas temperaturas y el permafrost (suelo perpetuamente helado) que han permitido conservar en un estado excelente materiales orgánicos que de otra manera se habrían descompuesto con el paso del tiempo.
Así, pueden apreciarse en Berlín ropas y tejidos con veinticinco siglos de antigüedad que, en algunos casos, parecen recién tejidos, y bellísimos objetos de madera tallada, como arneses para caballos, mesas desmontables con leones esculpidos u objetos de uso cotidiano, como cucharas o platos.
Parzinger subrayó que son este tipo de objetos los que más valor tienen para los historiadores, ya que son los que mejor permiten acercarse a las costumbres y ritos de un pueblo que no conocía la escritura ni llegó a construir ciudades.
Sin embargo, reconoció que lo que más llamará la atención de los visitantes será la momia llena de bellos tatuajes de un príncipe escita rubio que se expone en una de las salas y el sinfín de objetos de oro realizados con una asombrosa profusión de detalles y que demuestran la habilidad de los orfebres nómadas.
FUENTE: EFE
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